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Lunes, 07 Agosto 2017 14:53

El Lobo ´locura´ todo

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Salgo de la depresión del domingo a la noche, cuando me acecha la jornada laboral y  los conflictos. Un tanto inquieto en la madrugada del lunes, sin pegar el ojo como se merece un comienzo de semana. Se me parte la cabeza, se me parte el corazón y el alma porqué no?,  al ver una y otra vez un ascenso que no pudo ser.

Me quedé sin nada, mi hijo de 7 años de puro corazón  blanco y negro me mira y dice, ¿papá y ahora cuando jugamos otra final?. Como explicarle que acabamos de perder una, mientras él trata de enrollar la serpentina de papel que no pudo tirar, preservada por pedido mío para festejar el ascenso negado. Se lo guardó del recibimiento que precede a la dura derrota de un largo recorrido y de tantos domingos de esperar.  No se lo puedo explicar porque la angustia me invade. Es que me quedo sin palabras, porque recorro los fragmentos del partido donde con sus manitos pequeñas hace que palpe su corazón ante un gol paraguayo que no quiso ser y un cabezaao de conde que no tuvo destino feliz. La pelota besó el travesaño, maldito penal, su mirada se clavó en la mía, mi viejo que me mira diciendo lo veré ascender otra vez?, y yo sigo sin respuestas.

Escribo y se me apura el corazón, me angustia un tanto. Un tanto bastante. Es que llega el domingo siguiente, y el aroma de carne asada no tiene el mismo sentido, la sobremesa es eterna, no hay gimnasia que ir a ver. La radio está silenciosa, no hay previa de final. Mi ilusión se derritió cual nieve de julio futbolera. Quisiera volver el tiempo atrás pero se que no lo lograré, y veo un largo torneo, otra vez por recorrer.

Llega el  próximo domingo, y el olor de nuevo me quiere enmudecer. Es que lo vivo de la cuna, es una forma de ser.

Mi locura blanquinegra es reconocida por mi entorno. Amigos que envían mensajes, comprendiendo que mi lunes será de duelo. La semana se recorre y el que no me vió hasta el viernes me pregunta con respeto, y… ¿cómo estás?. Entienden que es mi vida, que de pequeño enfermé de esta pasión. Si señores, ya estoy listo para salir a la cancha, tengo los botines lustrados, la blanquinegra de piqué lavada, mi vieja me puso las medias blancas que me llegan hasta la rodilla, mi corazón se empieza a emocionar de nuevo, soy el niño que no le llegan las piernas para subir esos escalones grandes, grandes como el lobo de mi vida.

En fin, ya no se si es hoy, o son recuerdos, lo veo a mi niño esperando la próxima final, y yo sigo sin poder explicar. No entiendo nada, todo es confuso, siento que enloquezco. Que locura, que locura. Y al fin de mis escritos, encuentro la clave para seguir en ese escalón, siendo uno más de los que desea un Gimnasia campeón. Repito que locura, y detecto la clave. Mi pasión por Gimnasia es sanadora, “locura” todo. Capaz de arreglar mis horarios en un partido de semana a las 14, capaz de fundirme en un abrazo con mi viejo, el viejo lobo, culpable de esta enfermedad, pero también capaz de alzar a mi hijo y sentir como su relojito cardíaco late fuerte por un gol pituco.

Te juro amigo baboso, esto es lo más lindo y sano que me pasó, me pasa y me pasará hasta el final de mis días. Te lo recomiendo, droga sanas si las hay.

Finalmente me doy cuenta que el torneo terminó, el ascenso se negó, la herida comenzó a sanar, y en mi cerebro empieza a sonar, esa canción….  Una y otra vez, porque el lobo va a volver. Pero no me importa si vuelve a una categoría superior. No me refiero volver a ascender. Si se da mucho mejor no lo voy a negar.

Lo que importa es que el lobo siempre va a volver, el lobo siempre vuelve para mi. Cada campeonato que se inicia, sres. El lobo ya volvió.

Por Leandro Silvestre 

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